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Plaza de Canalejas (Antes de las Cuatro Calles)

08 Ene
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Casa de Allende en la plaza de Canalejas. Foto es.wikipedia.org

«En poco tiempo la antigua encrucijada de las Cuatro Calles se ha convertido en una agradable plaza redonda, rodeada de nuevos y elegantes edificios. Esto, por lo que respecta al trozo comprendido entre la calle del Príncipe y la Carrera de San Jerónimo, significa, sin embargo, el entorpecimiento para la realización de un proyecto muy conveniente para el ensanche de Madrid. La prolongación de la calle de Sevilla, borrando la estrecha de la Cruz, cruzando la de Atocha y bajando por la Trinidad hasta la plaza del Progreso» (hoy Tirso de Molina). En estos términos se expresaba en 1923 Pedro de Répide en su obra de obligada consulta, titulada Calles de Madrid, al respecto de este enclave tan coqueto y singular que es la plaza de Canalejas. Bien es cierto que suele pasar desapercibida pese a estar desde el punto de vista geográfico en un lugar de paso obligado para acceder al barrio de Las Letras, al Congreso de los Diputados, a Alcalá o a la mismísima Puerta del Sol. Pese al indudable abandono en que se encuentra desde hace unos años no cabe duda de que se trata de un rincón infravalorado en la nómina de lugares con encanto de la capital aunque, eso sí, bocado exquisito para los auténticos flaneantes. Entre sus edificios más señeros destaca el que alberga la antigua sede del Banco Hispano Americano, en la esquina con la Carrera de San Jerónimo, construido a partir de 1902. La casa Allende (1920) y el edificio Meneses (1914) completan la arquitectura del lugar, al margen de la presencia del café del Príncipe, lugar de reposo del paseante donde se puede disfrutar de un mojito en verano o un buen café en invierno mientras se contempla a través de sus cristaleras el ir y venir de madrileños y forasteros. Un proyecto para remodelar toda la zona está en capilla y en principio debíamos sentirnos afortunados pero, a la espera de verlo concretado y viendo por la prensa las intenciones urbanísticas que esconde, casi mejor quedarnos como estamos. En fin, vayamos a lo nuestro.

Cuatro Calles

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Otra perspectiva de la plaza. Foto es.wikipedia.org

Esas cuatro calles que sirvieron antaño para nombrar la plaza y cuyas fachadas se recortan de forma cóncava dandole la peculiar forma circular al lugar, tienen todas ellas su bien ganado espacio en los manuales de historia de la capital.  Comencemos por la calle Sevilla y otorguemos la palabra a Ramón de Mesonero quien allá por 1861 se atrevía a decir que se trataba de «la mezquina y sombría -calle- apellidada antiguamente de los Panaderos, después de los Peligros y en la actualidad de Sevilla y que por sus estrecheces ha habido necesidad de cerrar al tránsito de carruajes asfaltándola…» . El bueno de Mesonero no pudo ver la remodelación de dicha calle, un intento inconcluso -afortunadamente- de prolongar el ensanche de Madrid hacia Tirso de Molina, llevándose por delante la de la Cruz, entre otras, como bien hemos apuntado líneas atrás. Muchas anécotas tiene esta vía, que hacia 1920 era considerada campo de operaciones de sablistas y lugar de encuentro de toreros, cesantes y cómicos, quizás porque en su arranque en Alcalá es donde estaba situado el famoso Café Suizo, centro de reunión durante la edad de oro de los cafés madrileños.Tanto la calle del Príncipe como la de la Cruz entran dentro de la historia literaria de Madrid. Enclavadas en pleno barrio de Las Letras, ambas dieron nombre a los dos más importantes teatros españoles del siglo XVII, donde grandes de la escena, como Lope de Vega, Tirso, Calderón o Moreto pusieron sobre las tablas sus libretos, protagonizando sus dramas actrices como La Calderona, Amarilis o La Tirana. Las disputas entre chorizos y polacos, que así se denominaban los partidarios de uno u otro recinto, eran sonadas y propias de un tiempo donde no se estilaba la corrección política precisamente y las diferencias dialécticas se solventaban con un palmo de acero, que diría Pérez Reverte. Ya en el siglo XVIII un ilustrado como Moratín estrenaría El sí de las niñas o La mojigata. La calle de la Cruz debe su nombre a un cerrillo que había antiguamente por esos pagos y sobre el que estaba colocada una cruz. El origen del apelativo del Príncipe presenta más controversia. Unos opinan que está dedicada a Felipe II mientras otros defienden que el mombre hace alusión al príncipe de Fez y Marruecos, Muley Xeque, que habitó en dicha calle. Razones cronológicas hacen más favorable la primera de las opciones aunque incluso se llegó a especular con que se tratara de un homenaje al futuro Felipe III. La última de las vías que atraviesa esta plaza de oeste a este es la Carrera de San Jerónimo. Si utilizamos un término muy actual diremos que es la más mediática, no en vano más allás de la plaza y en dirección al paseo del Prado se encuentra el Congreso de los Diputados. Pero históricamente se trata de una vía que ha tenido una presencia indiscutible en la vida de Madrid desde la expansión del núcleo inicial surgido junto al antiguo Alcázar. Si los Reyes Católicos trasladaron en el siglo XVI el monasterio de los Jerónimos a su ubicación actual no cabe duda que la carrera fue lugar de paso para la realeza y la nobleza hasta bien entrado el siglo XVIII. Allí se llevaron a cabo ceremonias de jura de príncipes, se verificaron Cortes en tiempo de Fernando el Católico y siempre sirvió como retiro a los reyes en momentos de bajón emocional o de cualesquiera otras tribulaciones propias de sus augustas aunque siempre pesadas obligaciones. Con la conversión del convento del Espíritu Santo en sede de los padres de la patria, hacia mediados del siglo XIX,  la Carrera de San Jerónimo ha estado presente en los más importantes momentos de la historia reciente de España.

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Canalejas muerto, rodeado de sus incondicionales. Blogs.lainformacion.com

José Canalejas

Uno de esos momentos trascendentes, además de luctuoso, tuvo lugar en la fecha del 12 de noviembre de 1912 cuando en lo que hoy es Puerta del Sol 6, esquina calle Carretas, y donde entonces se encontraba ubicada la librería San Martín, José Canalejas, presidente del gobierno a la sazón, era asesinado por el anarquista Manuel Pardiñas. Le gustaba pasear por la capital y solía rechazar cualquier medida de seguridad que se le quisiera imponer. Curiosamente hasta el gobierno había llegado el rumor que que el tal Pardiñas se encontraba en la capital con el fin de preparar alguna acción impactante, como así fue. Pero volviendo al rincón motivo de esta entrada, hay que decir que poco tiempo después del nefasto magnicidio, ese cruce, conocido como de las Cuatro Calles, pasó a llevar el nombre del político asesinado. Canalejas había nacido en El Ferrol en 1854 en el seno de una familia relacionada con el mundo del ferrocarril. Con fama de niño prodigio, se dice que traducía sesudos textos del francés a la tierna edad de diez años, entre otras menudencias similares. Abogado de profesión, su carrera politica está ligada a los liberales de Sagasta. Fue ministro en numerosas y diferentes carteras, tanto con la regente María Cristina de Habsburgo-Lorena como con Alfonso XIII,  antes de ser nombrado presidente del gobierno, cargo que ocuparía hasta su trágico fallecimiento. Como nota pintoresca de su vida hay que decir que con 43 años de edad y tras haber sido ya ministro en varias ocasiones, se alistó como voluntario  en la guerra de Cuba y «luchó como un soldado más», según afirman los cronistas de la época. Su objetivo era comprobar de primera mano la situación del conflicto. Para finalizar, otra anécdota referida al hombre que da nombre a esta singular plaza: la dramatización y documentalización de su asesinato constituyó una de las piezas pioneras del cine español, filmada poco después del atentado. Su rodaje contó con la presencia y el debut del gran actor Pepe Isbert, que a la sazón contaba con 26 años de edad, encarnando el papel del anarquista asesino Pardiñas.

 
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Publicado por en enero 8, PM en Plazas

 

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